04.09.2013
Leh –
Monasterio de Hemis -
Imposible seguir
con los planes establecidos. El mal de altura sigue empeñado en dirigir nuestra
vida y nos juega de nuevo una mala pasada. Yo he sufrido algún que
otro mareo nocturno, pero parece que me he despertado un poquito mejor. El que me
preocupa un poco es Luis. No ha pegado ojo en toda la noche y sus dolores de
cabeza son cada vez más fuertes.
Hoy queríamos
madrugar para ir a ver la puja del monasterio de Thicksey pero a las 04:00 de la
mañana todavía no habíamos logrado conciliar el sueño. Estamos rendidos así que decidimos intentar
dormir un poco más y posponer la visita. El
mal de altura es el que planifica y dispone, …. A estas alturas y nunca mejor
dicho, es algo que nos ha quedado muy claro.
09:30 bajamos a
desayunar. Nuestro amigo Vinut nos prepara un super desayuno a base de tostadas
con mantequilla y mermelada, tortillas, sanwich y te con leche recién ordeñada.
Vinut es el mejor antídoto contra el mal de altura. Es un encanto y hace todo
lo posible porque nos sintamos a gusto y no nos falte de nada.
Tenemos que hacer
un esfuerzo por no dejarnos nada encima de la mesa, porque la falta de apetito debido a la altura se empieza a notar y mucho.
A las 10.00 arrancamos nuestra moto. Lamu nos pregunta nuestros planes para hoy. No hay duda de que ejerce el mismo papel de una madre cuando sus hijos se van de excursión. Así que después de recibir algunos consejos y recomendaciones, emprendemos la marcha.
Hemos decidido ir a
visitar el monasterio de Hemis, que está a unos 47 Km al sur de Leh , aproximadamente a una hora y media
teniendo en cuenta las paradas técnicas fotográficas.
El estado de la
carretera es bastante bueno. Durante los primeros kilómetros atravesamos una extensa área militar que parece no tener fin y nos vemos obligados a guardar la cámara de fotos. El despliegue militar es impresionante, y nos recuerda que el valle está situado a lo largo de la disputada frontera
con China y Pakistán.
Siguiendo la estela
de humo negro de algún que otro convoy militar abandonamos el área protegida de la ciudad de Leh y por fin
podemos empezar a disfrutar del paisaje y sacar alguna foto.
El valle de Ladakh
discurre por un árido paisaje de altas montañas surcadas por el río Indo. Tierras solitarias y yermas con tintes en ocasiones algo
dramáticos y rodeadas de altas cumbres nevadas. Se respira aire puro y sobre todo
mucha paz. Con el sonido del motor de nuestra moto de fondo nos dejamos llevar
por una sensación de libertad difícil de explicar.
Yo no paro de hacer
fotos desde la moto. Quiero fotografiarlo todo, aunque será imposible retratar las sensaciones de tener frente a nosotros un paisaje que resulta tan especial.
Durante el camino
vemos algunos carteles que anuncian un concilio en el monasterio de Hemis. No
tenemos ni idea de lo que nos vamos a encontrar, pero sinceramente nos da igual. Sólo el trayecto en moto ya ha merecido la pena.
Tomamos el desvío
que nos indica que tenemos que abandonar la carretera principal y nos
adentramos hacia las montañas. Las banderas de oración nos guian.
El monasterio de Hemis se
encuentra escondido y protegido por verticales paredes rocosas. Hemis es
Patrimonio de la Humanidad y ha tenido que ser reconstruido en varias ocasiones
debido a los frecuentes terremotos que sacuden la zona.
Contiene una
biblioteca con archivos milenarios, libros budistas de oración y antiguos pergaminos.
Incluso algunos autores afirman que se conservan documentos que recogerían el
supuesto paso de Jesús por Ladakh y el Himalaya en los años en los que la
historia no quedó escrita. A día de hoy sigue siendo un secreto inescrutable
protegido por el silencio de los lamas.
Son las 11:30 y por fin llegamos a nuestro destino. Hay muchísima gente y el ambiente es un tanto festivo. Las caras de asombro al vernos se repiten y nos sentimos un tanto observados.
Nos indican por
señas donde podemos aparcar la moto. Y usando el mismo lenguaje nos dicen que
podemos dejar los cascos en el manillar y que no nos preocupemos, que ellos
cuidarán de todo. Aun no nos hemos bajado de la moto y ya nos sentimos bien
recibidos.
Subimos las
escaleras que dan acceso al monasterio. Hay que pagar una pequeña entrada ( 100
INR por persona- 1.16€ ) antes de acceder al interior.
Traspasamos el
portón que da acceso al patio principal y casi nos desmayamos de la emoción. Madre mía, ¿ pero
que es esto?.
Hay cientos, que digo cientos, miles de personas que han acudido al concilio budista que los carteles en la carretera nos venían anunciando.
Hay cientos, que digo cientos, miles de personas que han acudido al concilio budista que los carteles en la carretera nos venían anunciando.
No cabe un alma. Es
como si decides hacer un viaje al fin
del mundo y al llegar te encuentras una fiesta sorpresa.
Trajes tradicionales, banderas y rodillos de oración, monjes budistas rezando al unísono esos mantras tan característicos y nosotros allí en medio incapaces de cerrar la boca.
Nuestra presencia hace que veamos más de una cara de circunstancia. Seguro que se están preguntando qué demonios hacemos allí. Es imposible pasar desapercibidos, de repente nos convertimos en el
centro de atención. Queremos sentarnos para que se empiecen a olvidar cuanto
antes de nuestra presencia pero el agua y el barro del suelo que se ha formado
después de la lluvia hace que desistamos y decidamos permanecer de pie.
Nos hacemos a un lado, las caras de asombro dan paso a alguna tímida sonrisa. El tiempo logra que al final nos mimeticemos con el ambiente y podamos empezar a relajarnos un poco.
Ha llegado la hora de sacar la cámara y empezar a disparar. Demasiados modelos fotográficos, no sabemos por dónde empezar. Pedimos permiso antes, no queremos interrumpir ese momento de oración y recogimiento tan suyo. Y su respuesta nos tranquiliza.
Poco a poco logramos romper el hielo y ellos empiezan a mostrar su cara más amable. Incluso bromeamos con algunos niños que después de unas cuantas horas de oración empiezan a estar de lo más aburrido.
Y es entonces cuando empezamos a descubrir la verdadera esencia del pueblo ladakhí. Son gente sencilla, amable, simpática y muy entrañable, que acoge al viajero como si fuera uno más de la comunidad. Y aquí os dejamos algunos de los momentos que nos regalaron.
Es la una de la tarde y por los altavoces anuncian que el concilio finaliza para que los presentes puedan ir a comer. No es que hablemos ladakhí y hayamos entendido el mensaje, si no que por la hora que es y viendo la estampida de la gente hacia el exterior del monasterio es fáil deducir que ha llegado el momento de reponer fuerzas.
Pero nosotros queremos aprovechar cada minuto de nuestra estancia en este increíble entorno. No todos los días uno está rodeado de gente tan auténtica. Así que decidimos dar una vuelta por los alrededores del monasterio que nos va a deparar otra grata sorpresa. Una sorpresa que pronto, muy pronto os contaremos ....
¡¡¡ GRACIAS POR DEDICARNOS TU TIEMPO !!!
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