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miércoles, 15 de julio de 2015

Sabine, he pensado que uno de los objetivos fotográficos de nuestro viaje podría ser bajar al cráter de un volcán a fotografiarlo.
- ¿Al mismísimo cráter? ¡Tú estás loco!
- Que sí, que se puede y además si bajas de noche, puedes ver llamaradas y lava azul.
- ¿De noche?, ¡Cada vez me convences más!. De verdad que estás fatal .... Y la lava es roja de toda la vida
- Y también azul
- Que no, que además bajar tiene que ser peligrosísimo.
- Ya .... pero mira....    
Y cuando ví las fotos, ya no pude decir que no.
        
Así fue como durante nuestro paso por la isla de Java, planificamos nuestra visita al volcán Kawah Ijen situado en la parte oriental de esta isla. Es uno de los volcanes activos que integran la línea de volcanes que se extiende desde el norte de Sumatra hasta la isla de Timor y que alberga una de las actividades geodinámicas más activas  e importantes del planeta. 

Nuestro objetivo: bajar al cráter del volcán de noche para fotografiar el extraño fenómeno de las llamaradas azules y documentar uno de los trabajos más peligrosos e inhumanos del mundo: La extracción manual de azufre.
Después de visitar el volcán Bromo, salimos hacia Kawah Ijen. Tenemos por delante siete horas de trayecto hasta nuestro hotel en una minivan que incluye un aire acondicionado estropeado y un conductor kamikace. Resumiendo, un viaje 5 estrellas.
Son las 18:00 horas cuando llegamos a nuestro destino. Una homestay sencillita con piscina .  Y es que en la zona de los volcanes de Java, la oferta hotelera es muy limitada y suele ir incluida en los packs de las excursiones que se contratan.
Estamos molidos, así que después de comer un par de galletas nos fuimos a dormir.
Suena el despertador, son las 12:00 de la noche y apenas hemos dormido un par de horas. Tenemos que estar en el parking de la empresa minera a la 01:30 de la madrugada para comenzar el ascenso hasta el anillo del volcán para después descender hasta el cráter antes de que amanezca.
El volcán tiene 2800 mts de altura y la subida en algunos tramos, sobre todo los primeros, es un poquito dura, así que lo más recomendable es tomárselo con calma y que cada uno suba a su ritmo. Además conforme uno se va acercando al anillo del volcán, el olor a azufre se intensifica, los ojos se irritan, las gargantas se secan y cuesta más respirar. 
Lo positivo es que al hacerlo de noche, no hace calor y la caminata es más llevadera.
Después de aproximadamente 90 minutos, llegamos al punto más alto. No podemos disfrutar del paisaje, porque todavía es de noche, pero si podemos vislumbrar en el fondo del cráter las llamaradas azules.
El olor acre a azufre de los gases que emana del volcán se intensifica y empieza a ser insoportable.









La mayoría de los visitantes se queda en este punto, pero nosotros estamos decididos a atravesar la puerta dónde una calavera pintada de rojo y el mensaje de "prohibido el paso, peligro de muerte" nos dan la bienvenida. 


Iniciamos el descenso bajo la luz de nuestros frontales siguiendo la estela de esquirlas amarillas. 

La bajada no es muy complicada, pero hay que andar con bastante cuidado entre las moles de piedra gris y los ríos de ceniza compactada. Es mi primera caminata fuerte después de destrozarme la rodilla en Vietnam, así que añado una dosis de precaución extra, lo que hace que vaya un poquito más lenta.

Sabemos que no podemos despistarnos mucho, porque tenemos que llegar antes de que amanezca si queremos ver el curioso fenómeno de las llamaradas azules.  


Una hora después, conseguimos nuestro objetivo y llegamos al epicentro del volcán. Un sentimiento mezcla de alegría y desolación nos invade. Cómo un lugar tan poderosamente bello e irreal, puede parecer el mismísimo infierno.
Hace mucho aire y las nubes de gases tóxicos apenas dejan vislumbrar el efecto de las llamaradas azules, lo que complica bastante el permanecer en la zona y poder sacar alguna foto decente. De vez en cuando, la furia del volcán parece que se calma y  aprovechamos el momento para hacer alguna foto,  pero no está siendo nada fácil.
El viento cambia constantemente y escupe enormes nubes de gases imposibles de esquivar y aunque llevamos mascarilla, el azufre nos abrasa la garganta y hace que no podamos casi ni abrir los ojos. Si uno tiene pensado bajar a la caldera es imprescindible que lo haga con una mascarilla de protección.

¡Pero qué demonios hacemos en estos infiernos! es la frase que retumba en mi cabeza cuando otra nube de gas nos pilla desprevenidos y nos envuelve. Tenemos que salir corriendo. Pero cuando me doy la vuelta, Luis ha desaparecido. Seguro que a pesar del humo que no deja ver absolutamente nada ha encontrado algo que merece la pena inmortalizar.
Es imposible no toser, y en ocasiones resulta un tanto angustioso. Creo que la culpa la tiene el maldito aire, porque habíamos visto fotos antes de venir, y el ambiente parecía mucho más claro.

Sigo sin ver a Luis, otra gran nube me envuelve y empiezo a toser, así que decido salir un poco de este infierno. Veo a lo lejos a nuestro guía, que  me hace un gesto para que me acerque. Me dice que lo acompañe y me lleva hasta la orilla del sitio más irreal, mágico e increíble que he visto nunca. : El lago de azufre.
Este lago que alberga el cráter del volcán es tan famoso por su belleza como por su mortal toxicidad debido a la extrema acidez de sus aguas con un ph de 0.5, similar al ácido de una batería del coche.  Todavía no ha despuntado el día, pero el cambio de luces hace que los ojos perciban una paleta de colores a los que no está acostumbrado. 


Y es aquí cuando uno se da cuenta de que todo ha merecido la pena. Ha merecido la pena el interminable viaje, las incomodidades del hotel, el no haber dormido absolutamente nada, el ascenso, el insoportable olor a huevo podrido…. Todo.

Otra gigantesca nube de gas escupe de nuevo a Luis, que se acerca hasta orillas del lago, y es en este momento cuando empieza a amanecer y podemos disfrutar de uno de los momentos más especiales del viaje rodeados de naturaleza en su estado más puro y  de un hermoso y tóxico silencio.
Ya queda poca gente, porque la mayoría quería ver el amanecer desde lo alto del anillo del volcán. Pero nosotros hemos preferido quedarnos aquí. Ya nos esperarán…. O no. Nos da igual. Estamos como hipnotizados, y en esas circunstancias es muy fácil perder la noción del tiempo.
Un arranque de tos profunda y un grito de puro esfuerzo nos devuelven de nuevo a la realidad. Pequeñas siluetas aparecen y desaparecen entre el humo tóxico. 
Son los mineros del infierno y el verdadero motivo de que nosotros hayamos decidido llegar hasta aquí. Queríamos conocer de primera mano la dura realidad de estos esclavos del azufre. Y esta es su historia:
No saben leer ni escribir, pero saben distinguir todos los matices del color y el olor del oro del infierno que les da de comer.
Se levantan de su camastro los 365 días del año a una hora intempestiva. Su uniforme de trabajo una camiseta desgastada, un pantalón  al que le sobra más de una talla y que baila en sus cinturas al ritmo del paso que marcan, un pañuelo para protegerse del humo y unas chancletas en los pies. Algunos, los más afortunados llevan mascarilla y botas de agua. 

Es noche cerrada y comienzan el ascenso de los 2800 metros y posterior descenso al trote hacia el cráter. Se abren paso con gran agilidad entre las moles de piedra, y el puñado de turistas que entorpecemos su marcha.

Llevan un ritmo constante y cadencioso, marcado por el chirriar de las cestas que llevan a sus espaldas.
Cuando llegan al centro del volcán se adentran en el infierno de tuberías que escupen las paredes del cráter y por dónde se canaliza el azufre líquido.


Su trabajo consiste en arrancar a golpe de hierro las planchas de azufre que se han ido solidificando con las bajas temperaturas de la noche, cargarlas a sus espaldas y llevarlas al punto de pesaje.
 



Tienen que soportar temperaturas de 115º entre los gases y columnas de humo espeso que van y vienen a capricho del viento y que los engullen literalmente hasta hacerlos desaparecer.
Para la mayoría, un trapo en la boca es su única protección contra el aire maldito. Los arranques de tos son constantes, el humo les va comiendo los ojos y quemando las gargantas. Y casi ninguno  recibirá una felicitación por su 45 cumpleaños.



Pero nadie protesta, ni sale corriendo. Es la letra pequeña del no contrato. Trabajan a destajo y no entienden de convenios reguladores, ni de derechos laborales, ni de normas de seguridad e higiene. Condiciones infrahumanas que rebasan los límites de lo intolerable.

 


















Esta es su dura y triste realidad. No podemos hacer memoria de cuánto tiempo estuvimos fotografiando este dantesco escenario. Pero hacía mucho rato que ya no veíamos a nadie, estábamos a solas con ellos. Así que decidimos comenzar de nuevo la subida siguiendo los pasos de uno de los mineros que acaba de cargar sus cestas.
Su espalda está deformada, rota por el peso que  transportan, que en ocasiones llega a los 100kg. Más del doble de su peso corporal. 
Mide cada paso para no perder el equilibrio y su respiración es agitada. Su rostro refleja el tremendo esfuerzo y sólo los arranques de tos hacen que se tome un obligado respiro. 

Una hora después llegamos al punto de pesaje. Él llega también, al borde de la extenuación. Es hora de conocer el valor económico de su infernal viaje. Dependiendo de la cotización de la rupia indonesia, el kg de azufre se paga entre 0.03 y 0.05 céntimos de euro. Y si, lo has leído bien.
Nuestro compañero de viaje, ha cargado 85 kg. Un operario de la empresa minera, lo certifica y le da un recibo. Total 3.5€
Todavía le quedan 4 km hasta el punto dónde tendrá que entregar la mercancía. Y después de reponer  fuerzas comiendo un plato  de arroz y un vaso de leche, volverá de nuevo a comenzar otro viaje. Subir, bajar, adentrarse en el infierno, picar, subir, bajar, .....
Sólo los más jóvenes y fuertes son capaces de completar el recorridos dos veces en un mismo día. 

Y llegó la hora de abandonar Kawah Ijen. Una última imagen se quedará grabada para siempre en nuestra memoria. Un minero, está sentado en la orilla. Tiene la mirada perdida, restos de vómito en la camiseta y babea espuma blanca por la boca. Está como ido, pero nadie se detiene. Nosotros hacemos un amago, pero el guía nos indica que continuemos. Y obedecemos. Seguimos caminando, nos hemos quedado mudos, mudos de rabia y tristeza.
Y con paso decidido dejamos atrás a estos héroes del infierno, que nada tienen que agradecer a la vida. Héroes cuyo único destino es continuar su infernal viaje conjugando a cada paso las peores formas del verbo sobrevivir.



TIPS VIAJEROS
Agencia: 
Satu Dunia Tour And Travel
Precio: 
60€ por persona por el pack que incluye traslados y estancias en Bromo + Ijen con excursión nocturna + traslado a Ketapang (ferry a Bali).
Alojamiento: 
Catimor Homestay. Muy sencillita, con piscina.
Nada que ver con los hoteles que habíamos contratado hasta ahora a través de la página de Centraldereservas.com, nuestra web de reservas de referencia durante toda nuestra aventura por Indonesia.


¡¡ POR DEDICARNOS TU TIEMPO !!

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12 comentarios:

  1. En agosto espero poder subir al Ijén, aunque me asusta un poco esa subida que todo el que leo cataloga de muy dura, pero ya veo que merece mucho la pena, esa simbiosis de paisaje maravilloso y lugar maldito para los pobre mineros es impresionante, difícil de definir, lo mejor será verlo en directo, mientras os felicito por tan especraculares fotos, son una pasada. Un saludito.

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    1. No te preocupes Caliope. La subida es un poquito dura en algún tramo, sobre todo al principio que te pilla sin calentar pero de verdad que no es nada difícil. Yo era la primera marcha fuerte que hacía después de operarme de menisco y ligamentos y aguanté. Luego una vez has ganado altura, es cuestión de llanear y de disfrutar. Es un lugar que como tu bien dices, es difícil de definir. A por ello !!! Y sobre todo, cuéntanos tu experiencia cuando vuelvas.

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  2. Buuuuf que historias mas duras... durisima su vida :S
    Yo ni siquiera podría bajar. No puedo exponer mis pulmones a ese azufre así que no podría ver esos colores :(

    Gracia spor seguir trasmitiendo estas historias tan personales.

    un abrazo

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    1. Gracias a tí, por acompañarnos siempre. De verdad que no sabes cuanto nos alegramos de haber podido acercarte a ese increíble lugar. Y ya nos conoces. Allá dónde vamos nos gusta contar lo que vemos, aunque a veces la realidad duela sólo con recordarla. Abracicos.

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  3. Qué panzón de llorar me he dado leyendo tu post. :( Gracias por compartirlo para sacarlos del anonimato que los está matando.

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    1. Gracias por tus palabras. Entiendo que te hayas emocionado, porque la triste realidad de estos hombres no merece menos. Yo también me he emocionado sólo con recordar algunos de los momentos que vivimos. Una abrazo !!

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  4. Sobrecogedor y amarguisimo vuestro relato. Hombres que se envenenan por como mucho 4 o 5 euros diarios que posiblemente sean el único sustento de sus familias. Muchas gracias por aguantar un poco el infierno para poder mostrárnoslos. Un abrazo.

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    1. Gracias a ti por tus palabras. Aunque había momentos en los que no veíamos nada ni se podía respirar, sin dudarlo volveríamos a bajar.

      Un abrazo

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  5. La mezcla de belleza y horror que nos habéis transmitido... a mi me ha dejado sin palabras.
    Felicidades, como siempre, por las impresionantes fotos y por vuestro increible relato.
    Un abrazo

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    1. Sin palabras nos quedamos nosotros al llegar a lo alto del volcan y ver su interior.
      Gracias por pasarte

      Besicos

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  6. Me quede asombrado por todo lo que leia hasta que llegue a la parte donde mencionas a estos trabajadores y me llene de tristeza

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