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lunes, 11 de noviembre de 2013


El que se aventura a nadar por sus aguas, nunca regresa…
O al menos eso cuenta una de las leyendas más extendidas entre los  zaragozanos  sobre el Pozo de San Lázaro, una sima de 15 m de profundidad en el cauce del río Ebro
situada entre la primera y la segunda arcada de la margen izquierda del Puente de Piedra y a la que se le atribuyen numerosas leyendas, varios sucesos trágicos y decenas de muertes.

El pozo recoge su nombre del Convento de San Lázaro, un hospital regentado por la orden de Nuestra Señora de La Merced desde 1224 y que asistió a centenares de leprosos. Según cuenta la leyenda, cuando un leproso moría, eran sus propios compañeros quienes recogían el cuerpo, lo tiraban al pozo y veían cómo el río se lo tragaba.

Uno de los sucesos que todavía retumba en la memoria de todos los zaragozanos fue el trágico accidente ocurrido en la madrugada del 19 de diciembre de 1971 cuando un autobús con 52 pasajeros,  la mayoría españoles que trabajaban en Suiza y que regresaban a casa por Navidad perdió el control y cayó desde el puente al río. 
El autobús quedó flotando y apenas sobresalía medio metro del agua, lo suficiente para que los supervivientes pudieran salir por las ventanillas, agarrarse y quedarse encima a la espera de ser rescatados.

Comenzaba un rescate a contrarreloj. Había que evitar que el autobús cayera al Pozo de San Lázaro, porque se sumergiría y el número de víctimas podría ser fatal. El agua estaba helada y la densa niebla, tan típica de Zaragoza en esas fechas, dificultaba las labores de rescate. Tan sólo dos horas duró la operación y gracias a la rápida actuación de bomberos, miembros del regimiento de Pontoneros, sanitarios y la colaboración inestimable de miles de zaragozanos que se acercaron a ayudar se logró salvar a 42 personas.

Los bomberos fueron rescatando a todos los supervivientes con ayuda de dos lanchas. Dicen que la corriente era tan fuerte que era necesaria la ayuda de compañeros y ciudadanos para acercarlas hasta la orilla.

Testigos de este trágico suceso, recuerdan que el Puente de Piedra estuvo tan lleno de zaragozanos que los servicios de seguridad temieron por la estabilidad de la arquitectura. 

Fue un auténtico drama para la ciudad que finalmente se saldó con el triste balance de la muerte de  nueve pasajeros (cinco de ellos bebés y niños) y el chófer del vehículo siniestrado que fue la única víctima que pudo ser rescatada debido a la fuerte corriente del río esos días.
Los demás  nunca fueron encontrados.



Una crónica negra en la historia de nuestra ciudad,  donde  mención especial merece el cuerpo de bomberos,   esos héroes anónimos que dedican su vida a salvar la vida de los demás.



Así que cuando Zaragoza Turismo nos invitó a un grupo de bloggers de Zaragoza a participar en la visita dinamizada que realiza en colaboración con Gozarte en el Museo del Fuego y de los Bomberos de Zaragoza, no pudimos resistirnos a adentrarnos en este lugar que nos acerca al sacrificado y apasionante mundo de estos profesionales al servicio de la ciudadanía.





Acudimos puntuales a nuestra cita y desde el exterior nada hace intuir lo que al visitante le espera una vez traspasa el vestíbulo de la entrada: una de esas joyas escondidas del patrimonio zaragozano y aragonés con un enorme interés histórico y artístico.


Y es que este museo se encuentra ubicado en el corazón del Casco Viejo de Zaragoza, en lo que fue en su origen el claustro y las dependencias del Convento de los Mínimos de la Victoria, una orden religiosa fundada por San Francisco de Paula y que fue construido entre los siglos XVI y XVII. 


A partir de 1835, con el proceso de desamortización, el convento se suprime y el edificio pasa por numerosos usos: militares, educativos y municipales. En la actualidad alberga el Museo del Fuego y Bomberos, inaugurado en el 2012 y el Parque de Bomberos nº 2 ubicado en el lugar que ocupaba la iglesia  del convento donde todavía se conservan antiguas capillas, bóvedas y pinturas de la época.  

Es interesante ver como con la rehabilitación del edificio se ha conseguido integrar y respetar los diferentes elementos de la arquitectura monástica de la época (como la cúpula barroca, sótano de arcos de ladrillo, forjados de madera, fachadas primitivas y el patio claustral ) con el nuevo uso del espacio.


Cuando todavía nos encontramos absortos observando este especial entorno y atendiendo a las explicaciones de nuestra guía, un monje de la época hace su aparición, y nos relata la historia del lugar en sus orígenes envuelta de misterios, milagros y leyendas.

Nos acompaña durante nuestro recorrido por el patio claustral y nos invita a descender a los sótanos, donde se encuentra parte de la colección expuesta. Aquí el visitante podrá hacer un recorrido por las diferentes colecciones que alberga el museo.



Y es así como conocemos la evolución histórica del cuerpo de bomberos desde sus inicios en la época romana hasta como lo conocemos hoy en día, así como la evolución de los métodos de extinción y de los diferentes útiles y herramientas utilizados por estos profesionales a través de los siglos.

Descubrimos algunas curiosidades, como por ejemplo que la primera máquina para apagar fuego se inventó en el año 340 a.C, por un ingeniero griego llamado Ctesibios. O cómo en la época de los romanos a los bomberos se les llamaban centonarios, porque apagaban el fuego con centones ( antiguos trapos empapados en vinagre y agua ). O que los actuales extintores hace unos años se les llamaban Matafuegos.



También descubrimos cómo antiguamente las iglesias jugaban un papel fundamental en la lucha contraincendios, ya que usaban las campanas para avisar a los bomberos. La Torre Nueva daba el aviso y según el número de campanadas que se tocaba, los bomberos sabían a  qué zona de la ciudad debían acudir. 









Y  nos dimos un paseo histórico por la  evolución en los métodos de extinción a lo largo de los siglos: centones, cubos de agua, bombas manuales, mangueras de cuero o los primeros extintores esféricos de cristal, así como por los diversos archivos, documentos, fotografías y objetos diversos de la historia del fuego. Realmente interesante.


Aparece entonces, un bombero, otro de los personajes de esta visita dinamizada, que nos habla de la importancia del trabajo de estos profesionales. “Nuestro trabajo consiste en  salvar vidas” y de  lo importante que es la prevención. Y nos habla también de la preparación y especialización de estos profesionales, que no sólo se dedican a extinguir incendios, sino que también hay constituidas otras unidades de rescate, como la de salvamento acuático o la de rescate vertical en altura o incluso un grupo de  espeleosocorristas preparados para atender cualquier emergencia subterránea.


Aquí es donde uno realmente se da cuenta de la encomiable labor de estos profesionales que día a día arriesgan su vida para salvar la vida de otros. Y cómo están preparados para atender y resolver cualquier situación de emergencia, por complicada que esta se presente.



 




Una vez de nuevo en la planta calle, visitamos una de las salas laterales del claustro, donde se muestra la evolución de los uniformes , máscaras, , equipos autónomos de respiración o incluso de los puestos de control.


















Un periodista, el tercer personaje de esta visita, es el encargado de recordarnos algunas de las crónicas negras de la historia de la ciudad de Zaragoza, como la del accidente de autobús que abre esta entrada o el fatídico incendio del Hotel Corona en 1979  que se saldó con 83 muertos.














Y por fin llegamos a la parte más impresionante y divertida. La colección de vehículos que se exhibe en el patio central del claustro: carros extintores, bicicletas, escaleras extensibles, automóviles y camiones de diferentes épocas. Aquí descansan, rodeados de historia y patrimonio. Un retiro dorado para los que han estado a nuestro servicio durante tantos años.



Y después de la visita, llega el momento de ponernos la chaqueta, el casco y subirnos al camión para convertirnos durante unos minutos en auténticos bomberos.
Sin lugar a dudas una visita muy interesante y totalmente recomendable.
Un museo diferente que no sólo te acercará al trabajo de estos héroes  si no que te descubrirá ese pequeño tesoro escondido de nuestra ciudad que encierra siglos de historia. 


¡¡¡ GRACIAS POR DEDICARNOS TU TIEMPO !!!
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