Cuando los viajes son tan intensos en emociones y tan complicados en condiciones, la experiencia se convierte en una película a cámara rápida donde resulta muy difícil pararse en los detalles y saborear cada escena.
En todo viaje, llega un momento en el que uno necesita poner distancia de por medio para empezar a ordenar los recuerdos y asimilar todo lo vivido.
Y creo que ha llegado ese momento en el que sientes la necesidad de abandonar el papel de protagonista principal de tu película, para pasar a ser un mero espectador desde el sofá de casa.
Y pensando en nuestros lujos cotidianos, me abandono al placer de descansar en una cama limpia, aislada de un mundo tan real como cruel.
Hoy ha sido un día duro, ….
DIA 17 JAIPUR
14 de septiembre de 2010
Son las 06:10 y nuestro tren se detiene, estamos en Jaipur. Nos cuesta salir por la aglomeración de gente y porque estamos de todo, menos despejados. Cientos de bocinas sonando al mismo tiempo es uno de los mejores despertadores que uno puede encontrar en India.
El hotel tiene servicio de transporte gratuito que localizamos nada más salir de la estación. La primera impresión es bastante buena, aunque después de pasar toda la noche en tren, cualquier hotel te parece un palacio. Y nunca mejor dicho, nuestro hotel en Jaipur es un hotel con mucho encanto y con una majestuosa decoración que evoca a los antiguos palacios del Rajastán. Nuestros últimos días en India los pasaremos en el hotel Umaid Mahal de Jaipur, precio habitación doble con desayuno incluido 3100 IR - 43 €
La habitación es muy espaciosa y está bastante limpio lo que invita a tomar un descanso, pero nada más lejos de nuestra planificación para el día de hoy. Tenemos el tiempo justo para dejar las mochilas y bajar a recepción. Queremos visitar Pushkar y Ajmer y hemos contratado con el hotel esta excursión por una cuestión de tiempo. El precio por esta visita de todo el día en taxi privado es de 2400 IR - 30€
Son las 08:15 de la mañana y ya estamos en el taxi, puntuales rumbo a Pushkar.
Después de dos horas y media de viaje por carreteras infernales, llegamos a nuestro destino. Desde los inicios de su historia Pushkar ha sido un ciudad importante por su posición estratégica y está considerada uno de los cinco lugares sagrados de peregrinación que todo devoto hindú debe visitar al menos una vez en la vida.
Es una ciudad tranquila, color pastel y de gran magnetismo que se organiza en torno a un lago sagrado donde supuestamente fueron esparcidas las cenizas de Mahatma Gandhi. Un tema que todavía hoy genera controversia, porque parece ser que muchos son los lugares se atribuyen este honor, así que tampoco vamos entrar en discusiones vanales, porque si Pushkar es especial, no es precisamente por este motivo.
Si algo le queda claro al viajero es que saliendo de su calle central comercial, la religiosidad más estricta es el denominador común en toda la ciudad.
Una de las primeras visitas imprescindibles si se visita Pushkar es el templo de Brahma, uno de los pocos existentes en el mundo dedicados a esta divinidad. La suciedad es tal que solo es apto para los muy valientes como Luis, aún a riesgo de coger una infección porque hay que entrar descalzo y si no quieres fulminar tus calcetines, es mejor que te los quites. Yo a estas alturas estoy ya un poco saturada de la ausencia de limpieza, así que desisto y me quedo esperando fuera. Al salir, Luis me cuenta que el templo no tiene nada atractivo, así que la opción de observar mientras tanto la vida de esta ciudad entorno al lago, es una buena opción.
Continuamos paseando por la calle principal donde sadhus y baratijas se entremezclan formando escenas bastantes curiosas.
Abandonamos la calle principal por uno de los laterales que nos conduce a uno de los gaths o escaleras del lago sagrado. Antes de poner un pie, nos tenemos que descalzar y nos dejan muy claro que está prohibido hacer fotos. No transcurren ni dos minutos cuando comprobamos que los numerosos gritos que oímos van dirigidos hacia nosotros. No entendemos nada ¡!! No fotos, no fotos ¡¡ nos gritan. Qué sí que ya lo sabemos pero siguen gritando cada vez más, parece que están poseídos.
Finalmente entendemos el problema. No se puede llevar ni tan siquiera la cámara colgada al cuello. Mensaje recibido. Guardamos la cámara y continuamos paseando. Tres minutos después volvemos a escuchar gritos y también dirigidos a nosotros….. y ahora ¿qué es lo que pasa?. Nos pasamos revista; vamos descalzos, no tenemos ninguna cámara a la vista… No entendemos nada! y nuestra cara de circunstancia es monumental.
Por fín entendemos el motivo; hemos llegado a un gath exclusivamente de mujeres y todas ellas se encuentran en sus habituales rituales de aseo diario…. Y obviamente, Luis no es bien recibido. Pues sí que somos oportunos ¡! Menudo éxito de visita.
A pesar de todo Luis en un arduo ejercicio de paciencia y discreción consigue tomar algunas fotos realmente bonitas.
Después de acumular unas cuantas regañinas, empezamos a disfrutar del paseo, pero de repente tenemos que dar por finalizada nuestra peculiar visita. Comienza a llover. Hoy es uno de esos días en los que piensas que todo va a salir bien….. por las narices.
La lluvia cada vez es más intensa así que tenemos que abandonar el idílico y relajante paseo por el Lago y ponernos a cubierto. Al final de la calle principal vemos un restaurante y subimos a la terraza que está en el primer piso.
Por lo menos desde esta posición podemos seguir disfrutando del ir y venir de los habitantes de esta ciudad, del mercado que tenemos justo debajo, de los juegos de los niños que salen del colegio e inundan con sus risas y alegría la plaza principal. Además podemos sacar la cámara sin sentir que estamos cometiendo el peor de los pecados.
Por lo menos desde esta posición podemos seguir disfrutando del ir y venir de los habitantes de esta ciudad, del mercado que tenemos justo debajo, de los juegos de los niños que salen del colegio e inundan con sus risas y alegría la plaza principal. Además podemos sacar la cámara sin sentir que estamos cometiendo el peor de los pecados.
La lluvia no parece que tenga intención de dar una tregua, así que nos dedicamos a la vida contemplativa hasta que nuestro estómago cobra vida propia. Sin movernos del sitio, encargamos una pizza para comer, estilo Indio, pero bastante aceptable y dos coca colas. Relación calidad precio más que aceptable en el restaurante Baba.
Y la cosa parece que empeora, ahora la lluvia deja paso a un auténtico aguacero. En cuanto amaine un poco tenemos que volver porque nuestro tiempo se agota y tenemos que volver al punto de encuentro con nuestro taxista.
La vuelta se convierte en toda una odisea. El agua nos llega a la espinilla. La calle ahora es un río de lodo y algún que otro objeto nadador no identificado. Y yo monísima de la muerte con mis pantalones blancos y mis sandalias que no había decidido ponerme hasta hoy. Ya auguré que hoy iba a ser lo más parecido a un día perfecto.
Por fin llegamos al taxi y ponemos rumbo a Ajmer. Está a 15 minutos así que casi sin darnos cuenta llegamos a esta ciudad. Loss charcos que atravesamos con nuestro taxi nos hacen augurar lo peor.
Ajmer es la ciudad más importante en términos de historia y patrimonio islámico y es uno de los centros de peregrinación musulmana más importantes dentro de la India. La visita tiene como objetivo ver el santuario o Dargah de un venerado sufí. No se puede acceder en coche así que tenemos que continuar el recorrido andando.
Llueve muchísimo, las calles están impracticables, el agua aquí nos llega casi a la rodilla. Hay muchísima gente y es muy agobiante. Entre el tumulto vemos como algunos leprosos sin piernas se arrastran por el suelo en medio del agua y el lodo. Sus miradas son desgarradoras, intentan acercarse a nosotros en ese momento... quieren tocarnos para llamar nuestra atención como si fuéramos seres sin escrúpulos capaces de obviar esta realidad. … No la podemos obviar, pero tampoco asimilar… No suelo ser una persona fácilmente impresionable, pero la situación me desborda. Demasiado para mí. No puedo continuar e intento salir de la aglomeración.
Y es en estas situaciones cuando un país como India no deja de sorprenderte. Un grupo de personas me llaman desde la distancia. Creo que se han dado cuenta de la situación. Se levantan y me ofrecen su única silla bajo una escueta techumbre, pero suficiente para no mojarse uno. Por gestos le dicen a Luis que ellos cuidan de mí si quiere llegar hasta el santuario que está como a unos 100 metros . Aceptamos el ofrecimiento. La situación, el agobio y el cansancio me han sobrepasado y aunque a estas alturas deberíamos estar habituados a ver según que escenas, es muy difícil mostrarse insensible. Y allí sigo, contemplando el duro escenario, protegida y rodeada por mis ángeles guardianes que intentan que mi espera sea a partir de ahora más agradable ofreciéndome una taza de té.
No transcurren ni 10 minutos cuando Luis regresa. La visita ha sido muy corta, ha llegado hasta la entrada, pero es tal la avalancha de personas que están intentando entrar en el santuario, que le resulta imposible y ha tenido que darse la vuelta.
Nos despedimos de nuestros protectores que han cumplido su cometido y volvemos hacia el taxi. Estamos empapados y bastante cansados. La noche de tren no ha sido muy reparadora así que le pedimos al taxista que nos lleve de vuelta al hotel. Tenemos ganas de llegar y darnos un baño en la piscina, cenar un poco y meternos en la cama. Mañana es nuestro último día en Jaipur y promete ser agotador.
Estamos tan agotados que decidimos cenar en la habitación y dar por finalizado este día. Y aunque ninguno de los dos hemos comentado nada al respecto, días como el de hoy hace que empieces a añorar la vuelta a casa.
Cuando los viajes son tan intensos en emociones y tan complicados en condiciones, ….
Hoy ha sido un día… duro.
Si quieres ver más fotos visita nuestra página web SIULER
¡ GRACIAS POR VISITARNOS !
Pfff vaya día que pasasteis. Aun así India hay que vivirla, con lo bueno y con lo malo.
ResponderEliminarNos habeis transportado allí con vuestro relato.
Un beso,