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viernes, 8 de noviembre de 2013



DÍA 5 
10.09.2012 
                                                 Sapa
07:00 Suena el despertador y saltamos de la cama. Cruzamos los dedos, abrimos la ventana y miramos al cielo. Nos quedamos sorprendidos porque todas las previsiones han fallado y hace un día espléndido. Hoy nos vamos de treking ¡!!



El día invita a desayunar en la terraza del hotel que tiene unas vistas espectaculares de todo el valle. Unos noodles con vegetales con este espectacular telón de fondo que  saboreamos poco a poco junto a una humeante taza de té es un  buen comienzo de día.




Son las 09:00 y ya estamos en recepción. Después de los trámites rutinarios de comprobación de nombres, y pasaportes nos asignan a la persona que va a ser nuestra guía durante los próximos dos días.


Se llama Yhan, tiene 20 años y pertenece a la tribu de los Hmong Negros. Nuestro grupo es de 9 personas aunque sólo 4 pasaremos la noche en una homestay. El resto volverán al hotel esta misma tarde.

Las opciones de treking suelen ser de jornadas de un día o dos. A nosotros que nos gusta mucho practicar el turismo vivencial siempre que podemos, hemos elegido esta última y nos hospedaremos en una casa albergue.

Parece que ya estamos todos organizados, así que comienza la aventura. Con nosotras vienen las que he bautizado como las Chicas de oro de Singapur. Tres adorables ancianas, con una energía y vitalidad envidiable.

A la salida de Sapa, numerosas mujeres Hmong negros nos esperan. La historia se repite cada día con la llegada de nuevos turistas. Cada una elegirá a un turista y no lo soltará hasta llegar a la villa de la tribu. 


Te dan conversación durante todo el camino e incluso te obsequian con algún que otro regalico hecho con ramas y tallos de las plantas. Saben que con ese tipo de detalles, la mayoría se sentirá en la obligación de comprar algún souvenir hecho por ellos cuando lleguemos a la tribu, y contribuir así a su sostenibilidad.


La primera parte del trayecto discurre por una pista cuesta abajo, así que el camino no puede ser más cómodo. Sigue luciendo el sol y hay alguna nube por lo que la luz es perfecta para tomar fotos. Y aunque en algunos momentos pasamos un poco de calor, preferimos esto a la lluvia de los últimos días.


Yhan comparte mucha parte del trayecto con nosotros. Habla bastante bien inglés. Lo ha aprendido  a base de oír a los turistas e incluso nos deleita con algunas palabras en español, así que durante el trayecto aprovechamos para enseñarle alguna palabra más. No tenemos ninguna duda que con lo espabilada que es acabará hablando español tan bien como el inglés. 


Nos cuenta que con 20 años está casada y tiene un bebito de 18 meses. Lo normal es que las mujeres se casen a los 15 años, una vez finalizada la etapa de educación básica en el colegio. “Al colegio vamos sólo lo necesario”, fueron sus palabras.   




Y después pocas opciones de futuro se les presenta: formar una familia, trabajar de sol a sol en el campo y cuando el sol se esconde, ocuparse de la casa, los hijos y el marido. Las más afortunadas,  pueden complementar la economía familiar y compaginar el trabajo en el campo con el trabajo con el turismo. 




Disfrutamos mucho de la conversación con Yhan, pero sobre todo disfrutamos del colorido de los campos de arroz. Las nubes juegan con las luces y a su paso nos regalan paisajes que cambian de color rápidamente. Las cámaras echan humo…. Así que es hora de que las fotos hablen:










Llegamos a una bajada más pronunciada y aquí Las Chicas de Oro forman un tapón de impresión. No llevan un calzado muy adecuado y se resbalan muchísimo. Pero enseguida todo el mundo se presta a ayudarlas porque la verdad es que con su simpatía se han ganado el cariño de todos.


Tres horas después de comenzar la caminata, llegamos a la Villa Hmong. Nos reciben con todo un catálogo de artesanía local. Es el impuesto que hay que “pagar” por la compañía durante esta primera fase. Compramos dos chucherías. Todo sea por el poblado Hmong.
Después de comer en un garito más bien cutre un menú de lo más básico,  nos ponemos de nuevo en marcha.


Atravesamos la villa y vemos algunas de sus casas tradicionales. Hay también un colegio y sorprende la poca actividad, aunque por la hora que es deducimos que debe estar todo el mundo trabajando en el campo, y los niños acompañando a los adultos. Luis no para de hacer fotos durante todo el trayecto, lo hemos perdido de vista hace rato y cuando vuelve lo confirma: los niños después del colegio,  ayudan en las labores del campo a los adultos.




     












Una hora más tarde, nos despedimos del resto del grupo. Todos se vuelven al hotel excepto una pareja de austriacos y nosotros. La verdad es que llamar a esta caminata treking, es confundir un poco los términos. El primer día consiste en ir descendiendo por una pista muy sencilla, así que el término paseo se ajusta más a la actividad que se realiza.


Y a partir de este punto es cuando empieza a complicarse un poco el asunto. El camino se empina y se estrecha. Y se complica sobre todo porque está muy embarrado debido a las lluvias de los últimos días. Nos resulta casi imposible seguir el ritmo impuesto por Yhan que más que andar parece que levita. Estamos metidos de lleno en los arrozales y aquí es cuando empezamos a ver realmente el trabajo en esta actividad.



Yhan nos lleva hasta su casa. Le esperan con los brazos abiertos sus dos hermanitas pequeñas y su bebé porque saben que debajo de su sayo lleva algo para ellos. Un paquete de caramelos que ha comprado por el camino. 


Van casi desnuditos y descalzos y es impresionante ver la soltura y la agilidad con la que se mueven por los arrozales. Para los occidentales es todo un ejercicio de equilibrio caminar por donde lo hacen ellos y nos mostramos bastante torpes, lo que provoca más de un momento divertido.

Yhan nos invita a visitar su casa. Es muy básica y sobre todo lúgubre. Conocemos a su marido, que nos recibe con un tímido gesto con la cabeza. Las sonrisas se le han debido acabar, o quizás sencillamente no le salen. Lo único acogedor del momento es ver como Yhan le da el pecho a su niña.

Una vez que su bebote está saciado,  nos propone ir a ver a su familia que están en estos momentos recolectando arroz. 





Pasamos un rato muy agradable, hablando con ellos e incluso intentando batear el arroz para desgranarlo como ellos. Aunque enseguida nos damos cuenta que no es tan fácil como parece y provocamos con nuestra torpeza más de un momento divertido.

 Luis aprovecha este momento para alejarse un poco porque además de que es alérgico al polvo del arroz, es en estos momentos cuando le gusta perderse con su cámara. Está atardeciendo y la luz es increíble.





Decidimos sentarnos a admirar el paisaje y la hermanita pequeña de Yhan viene con nosotros. Es simpatiquísima y la cámara le provoca muchísima curiosidad, así que no se separa de Luis ni un minuto. 


Se le ve tan chiquitina e indefensa, que cada vez que se asoma a algún paso elevado, nos da un vuelco el corazon, aunque la verdad es que conoce el terreno mejor que nadie, y lo tiene todo más que controlado.


Reanudamos el camino hacia la homestay. Nos da mucha penita separarnos de "miniyanh" porque nos lo hemos pasado pipa con ella. Después de unos cuantos ejercicios de equilibrio, nos alejamos de los arrozales, mientras en silencio una vez más pensamos en lo privilegiados que somos. 



Nos adentramos en un espectacular bosque de bambú.  No tiene pinta de ser un camino muy transitado y Yhan nos comenta que no es el camino habitual. Pero que como sólo somos 4 y pronto anochecerá ha optado por coger un atajo. Maravilloso atajo por cierto.



Y finalmente llegamos a la homestay. La casa es enorme y en la planta alta es donde está ubicada la habitación comunitaria. Hay un montón de colchones  por el suelo y disponemos de mosquiteras y de un montón de mantas, o sea que calor, lo que se dice calor, no vamos a pasar.


Un porche, una cocina básica que recuerda a los antiguos comedores de las casas de pueblo y 3 baños completan la estancia. 
La casa está prácticamente vacía, sólo coincidimos con un neozelandés que viaja solo, así que podemos elegir colchón sin problemas. 
 

Después de una refrescante ducha, intercambiamos impresiones con el resto de viajeros mientras echamos una partida al billar. Porque la estancia es muy básica pero mesa de billar no le falta. 



No me quiero ni imaginar lo que habrán tenido que hacer para traerla hasta aquí.  Es hora de jugar, disfrutar y relajarnos.  





La familia se afana en la cocina, incluida Yhan que les ayuda en la preparación de nuestra cena. Ofrecemos nuestra ayuda, pero parece ser que lo tienen todo controlado.  La comida no ha sido gran cosa, así que cuando empezamos a oler lo que se está cocinando en los fogones, la fiera que llevamos dentro se despierta irremediablemente.

Y llega el momento de saciar nuestro apetito. Nos quedamos asombrados con todo lo que nos han preparado para cenar. Unas patatas fritas con ajo, arroz cocido, pollo con verduras, ternera con setas, tofu con salsa de tomate natural, rollitos de primavera ……




Está todo delicioso y disfrutamos muchísimo con semejante festival gastronómico. Todavía seguimos sin descubrir el secreto de cómo del hornillo, la cazuela y los ingredientes más básicos salen unos platos tan sabrosos y deliciosos. Y empezamos a entender porque todo el mundo que ha estado en Vietnam, habla maravillas de la  gastronomía vietnamita.

El postre no varía mucho,  plátanos que acompañamos de una ronda de “ Happy Water “ que es el divertido nombre con el que llaman al licor de arroz.  La verdad es que parece agua, pero sus efectos son mucho más devastadores.

Ni qué decir tiene que la sobremesa fue de lo más divertida y salieron a relucir las mejores anécdotas viajeras. Las risas fueron en aumento con la misma rapidez que se llenaban los vasos de chupitos y se vaciaba la botella de Happy Water. 



A las 20:00 decidimos retirarnos a descansar. Mañana nos enfrentamos al segundo día de treking – paseo.
Bajo la mosquitera repasamos las fotos de hoy en la cámara y la verdad es que pintan muy pero que muy bien.


Si hay un día perfecto por el juego de luces y colores para un fotógrafo en Sapa, ese día sin lugar a dudas ha sido hoy. Luis está, … sencillamente feliz. 

Y yo me duermo pensando en cómo me recuerdan la luz y los vivos colores de estos paisajes a esos increibles cuadros de Van Gogh.





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2 comentarios:

  1. Me ha encantado porque me ha recordado mucho nuestro paso por Sapa. Fueron dos días mágicos por todo lo que vimos y vivimos allí.
    Como siempre no puedo sino dejar de felicitaros por vuestras fotos.
    Besicos,

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    Respuestas
    1. La verdad es que es una región espectacular en todos los sentidos y las fotos no hacen más que reflejar todo lo que disfrutamos en Sapa. Gracias Cool, por acompañarnos siempre en nuestras aventuras!!! Besicos

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