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jueves, 26 de enero de 2012

 5 de Septiembre de 2010


Nuestra primera visita después de comer nos lleva a un pequeño templo de nombre impronunciable. Hay que descalzarse a la entrada y no está permitido hacer fotos.
Está vacío, por lo visto es famoso por la energía espiritual que rodea a esta construcción   
y que según los hindús se puede percibir en el ambiente. La energía no la percibimos, pero lo que sí que notamos y en buen grado es la  cantidad de porquería por metro cuadrado. Nuestros calcetines murieron en ese mismo instante, irrecuperables.


Durga Temple es nuestro 2º destino, conocido también como  templo de los monos. Hay infinidad de ellos y juegan, saltan y corretean ajenos a los fieles que acuden al templo.





Son inofensivos, no se acercan aunque yo no les quito ojo. Les encanta llevarse cualquier detalle de todo despistado que se cruce en su camino, y que luego hay que intentar recuperar con chantajes en forma de plátano o echándole una buena dosis de imaginación.








Nuestros calcetines  a estas alturas están ya irreconocibles. Recomendamos llevar algún par de repuesto siempre encima.
Varanasi es una ciudad muy antigua, y también lo son sus templos. Su interés cultural es más bien nulo, no están muy cuidados y la suciedad es el común denominador en todos ellos, pero forman parte de su cultura e historia, así que si se dispone de tiempo, recomendamos su visita.




Volvemos para reencontrarnos con nuestro chofer y decidimos acortar el camino atravesando una estrecha,
oscura y abandonada 
callejuela. Casi no reparamos en él, se muestra afanoso y silencioso, elaborando dulces.






Luis le saluda asintiendo con la cabeza. Es su manera de pedirle permiso para  ponerse detrás del objetivo. El 
anciano nos mira fijamente con una mezcla de indiferencia y perplejidad. Con ese gesto tan característico de negación, nos da su aprobación. Su sobrio, tieso y sereno rostro y su  imperturbable y monótona actitud, reflejan lo despiadada que a veces puede resultar la vida. Esa imagen  se quedará grabada no solo en la tarjeta de  memoria de nuestra cámara.






Luis logra una de las mejores
capturas de todo el viaje. No hemos visto nunca una mirada que exprese tanta dignidad delante de una cámara. Ser testigos de estos momentos  hace que empecemos a entender y a captar algo que tan gratuitamente venden en los folletos de las agencias de viajes:  la magia, el atractivo y la espiritualidad de esta cultura y que tan dificilmente se puede percibir a través de los cristales de un lujoso autobús.








Nuevamente un gesto con la cabeza, se convierte en un apropiado y mutuo agradecimiento. Continuamos por la angosta callejuela y nuestro protagonista continúa amasando lo más dulce de su sórdido mundo.







Bully, al que la vida le muestra una cara mucho más amable,  sigue empeñado en llevarnos nuevamente a un taller donde según él,  trabaja su hijo, y quiere que lo conozcamos. 




Esta vez accedemos, nos parece mal decirle otra vez que no. Lógicamente no compramos nada, los precios de estos talleres preparados para el turista son desorbitados. Nuestras compras tendrán que esperar. En 5 minutos estamos de nuevo en la calle, a pesar de la insistencia de los comerciantes... que no, que no queremos malgastar el tiempo. Hemos cumplido el objetivo de las visitas que nos habíamos planteado y le pedimos a Bully que nos lleve directamente al hotel.


Antes de pagarle, negociamos con él sus servicios para que mañana nos lleve al aeropuerto. Nos pide 350 IR, el mismo precio que hemos pagado hoy por todo el día. Parece ser que nos quiere cobrar el trayecto más todas las comisiones que no ha ganado hoy. Nos despedimos definitivamente sin llegar a un acuerdo. Evita  darnos a  firmar el cuaderno que ofrece a todos los turistas para que escriban sus recomendaciones y que tan feliz nos enseñó al principio del día. Su actitud nos dice que desconfía de nosotros y de lo que podamos escribir. Quizás piense que con nuestras líneas  podemos arruinarle el negocio comisionista que tiene montado. Nada más lejos de nuestra intención. No tenemos queja de la atención recibida y de la puntualidad, pero algunos turistas disfrutamos más conociendo los lugares y empapándonos de su cultura que ... comprando.  


Llegamos al hotel, justo a tiempo para ver la ceremonia del atardecer en nuestro Gatt. Menudo ambientazo!!!. Los niños nos rodean enseguida, todos intentan reclamar tu atención. 


Mientras Luis se pierde con su cámara, conozco a Ramud, tiene 12 años y habla un fluido inglés de escuela. Me deja perpleja, cuando me dice que le encanta el look que llevo y las cintas que me pongo en el pelo. Me nombra con detalle los colores de cada una de ellas y me hace un resumen de los diferentes estilismos que hemos llevado estos días. Menudo fenómeno!, no se le ha escapado ningún detalle.  Le hace gracia que lleve un aro en la nariz y mi nombre, que es bastante común en India.


Rito Aarti a orillas del Ganges
Comienza la ceremonia, pero Ramud prefiere continuar la conversación,  es un encanto. Comparte  conmigo todas sus ideas de futuro y quiere atención exclusiva manteniendo   alejados al resto de niños que revolotean a mi alrededor. Entiende que los turistas acabemos un tanto desquiciados de estar sometidos a tanta presión. Somos billetes  andantes que todos intentan atrapar, así que disfrutar de unas vacaciones tranquilas es algo difícil de conseguir por desgracia en este país. Si algo desarrollas en este viaje,  es tu paciencia.


En las escaleras del Gatt no cabe un alfiler, hay muchísima gente, hoy es domingo y las familias enteras acuden a la ceremonia. La ceremonia llega a su fin, nos despedimos de Ramud deseándole buena suerte. Ojalá cumpla su sueño de poder ir a la universidad.


Son las 09:30, así que decidimos empezar a caminar en busca de un sitio donde cenar. Nos dirigimos a la arteria principal de Varanasi, y después de 15 intensos minutos esquivando de todo, en una callajuela perpendicular, un letrero llama nuestra atención "j:ba Café " 400IR – 6€ cena para dos personas.

 
Varanasi, un día cualquiera ... a cualquier hora del día



De lo mejorcito que hemos encontrado hasta ahora y en el resto del viaje. Nadie diría que en Varanasi puedes encontrar un sitio así. Ambiente moderno, tranquilo, limpio y con una buena relación calidad - precio. La pizza está buenísima, aunque se les ha ido la mano con el picante ... es batalla perdida... Qué pena !! se vuelve a cumplir una de nuestras máximas y la de muchos viajeros… encontrar el mejor sitio la última noche….


Tenemos que volver al hotel y no tenemos ganas de empezar una nueva gymkana, así que cogemos un rickshaw. Fieles a nuestros principios no regateamos el precio, 20IR – 30cnt de € es el precio de nuestro trayecto. Después de 20 minutos de intenso pedaleo y esquivando todo aquello que se menea y lo que no, llegamos al hotel. Somos como dos almas errantes, estamos agotados. Miramos el reloj, son las once de la noche, 19 intensas horas han pasado factura. Nuestro Gatt duerme ya y para nosotros ha llegado la hora de retirarse. Mañana emprendemos rumbo a Jaisalmer, y para ello tenemos que regresar a Nueva Delhi, así que nos espera otro intenso día.



Subiendo las empinadas escaleras del hotel, hago balance del día y de la estancia en Varanasi. Que sensación más extraña, cuando llegamos a esta ciudad, quisimos salir corriendo, ... que ha pasado que ya estamos echándola de menos?. Ya lo sé, ... Varanasi, odio o peligrosa seducción. Solo quiero dormir...

Si quieres ver más fotos, visita nuestra web http://www.siuler.com/

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